Por Florence GOISNARD / AFP.-
Como todos los días desde hace casi un año, Natalia de Oliveira enciende una vela antes de rezar para que se encuentre el cuerpo de su hermana Lecilda bajo el lodo del dique minero que se derrumbó en Brumadinho, en el sudeste de Brasil.
Para este ritual, pone en una mesa baja de su salón un rosario y una foto de Lecilda en vacaciones, sonriente.
El enorme torrente de residuos que el 25 de enero de 2019 se desprendió del dique de la compañía minera Vale sepultó la región, causando 270 víctimas: 259 muertos y 11 desaparecidos -entre ellos Lecilda de Oliveira-, que un equipo de 73 bomberos sigue buscando hasta ahora.
«En medio de esta tragedia, fuimos despojados de la dignidad de un funeral. Pero no aceptamos que nos digan que está entre los desaparecidos. Ella estaba en el comedor de Vale ese viernes, a las 12H28», dice Natalia sobre su hermana, empleada del departamento de recursos humanos.
Desde entonces, escucha constantemente los mensajes de audio que su hermana le enviaba por WhatsApp cada mañana.
«Siento que todavía me dice buenos días. Estos mensajes son lo único que me ayuda a levantarme de la cama», explica entre lágrimas.
Las dos hermanas se llevaban solo un año de diferencia y siempre habían vivido juntas en Brumadinho, un extenso municipio donde Vale es un gran empleador.
Al pasar por delante de la escuela donde ambas estudiaron, Natalia se quiebra de nuevo. «Toda la ciudad fue muy golpeada, perdimos tantos amigos de la infancia. Eso nos pone enfermos».
Somníferos y píldoras
Al igual que ella, Malvina Firmino Nunes no ha podido todavía empezar el duelo, doce meses después de perder a su hijo. Otra de sus hijas la llamó ese 25 de enero para decirle que Peterson, de 35 años, había sido arrastrado por el lodo.
La vida de Malvina se detuvo. Esta robusta mujer de 62 años nunca volvió a decir el nombre de su hijo sin llorar. Tampoco logró dormir sin un somnífero o comer sin tragar píldoras.
Vale le pagó a Malvina, como a 4.000 familiares de las víctimas, una indemnización. Con sus 700.000 reales (alrededor de 170.000 dólares), compró una casa pequeña. Pero la compensación de la empresa minera no satisface a nadie.
«Solo espero justicia, espero que vayan a la cárcel, pero creo que no van a ser detenidos. Quien está preso es quien murió. Los de cuello blanco siguen sueltos», dijo.
Natalia y Malvina planean llevar a Vale a la corte. «Creemos que para honrar a nuestros muertos tenemos que hacer nuestra parte. No podemos aceptar que la minería mate. Vale debe aprender la lección», dice Natalia.
El Ministerio Público de Minas Gerais (MPMG) acusó el martes al expresidente de Vale Fábio Schvartsman de homicidio voluntario, junto a otros 15 funcionarios y exfuncionarios de la empresa y de una firma alemana que daba los certificados de seguridad.
«Unidos por la tragedia»
Algunas personas llevan la tragedia en sus carnes. Como Talita Oliveira, de 16 años, que vio la muerte muy de cerca ese día.
Quedó atrapada en el lodo, pero fue rescatada por los bomberos, que la alzaron con un helicóptero, una escena espectacular filmada en directo.
Sus piernas están llenas de cicatrices y se desplaza con muletas.
«Estuve en el hospital seis meses, con mucha morfina, los dolores eran muy intensos».
A pesar de la veintena de medicamentos que toma todos los días y las dolorosas sesiones de fisioterapia, Talita se ha «recuperado bien». Es una superviviente esperanzada.
«A veces todavía tengo pesadillas, las imágenes de cuando intentaban sacarme del lodo vuelven a mí. Pero hay días en que logro ser feliz, canto. Espero tener un futuro sin tantos medicamentos, poder caminar normalmente… Eso sería una vida perfecta».
Brumadinho se está preparando para recibir a residentes de todo el estado de Minas Gerais para el primer aniversario de la tragedia. No será el primer homenaje: el 25 de cada mes, los familiares de las víctimas se reúnen en la entrada de la ciudad.
Natalia de Oliveira no se perdió ninguno de esos homenajes. «Estamos unidos por la tragedia y el dolor. En Brumadinho, nos hemos convertido en una familia», dijo.