Por: Pascacio Taboada Cortina/Jorge Martínez Cedillo | Ciudad de México.-
- Además de dispendio de recursos fiscales, país endeudado, etc.
- Ignacio Ovalle Fernández al frente de SEGALMEX no ha comprobado un gasto de 15 mil 300 millones de pesos
Es tiempo de que hagamos una evaluación del desempeño del gobierno de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México, a pocos meses de que concluya su agitado periodo gubernamental, caracterizado por un “don de mando”, autocrático pues, promotor de pobreza y desnutrición de más de la mitad de la población nacional, en particular la que vive en zonas rurales marginadas del proceso de desarrollo económico y social de la Nación.
La estructura gubernamental impuso cambios para abrir espacio a programas emprendidos por el propio gobierno, como son las inversiones para obras que exigieron grandes cantidades de dinero –construcciones “faraónicas”—sin la seguridad de terminarlas en tiempo y forma.
Resaltan programas cuantiosos en acciones nuevas para creación de empleos y subsidios para adultos mayores (vigente desde la administración pasada), a los cuales se añaden “Jóvenes construyendo el futuro”, “Sembrando Vida”, “Becas para estudiantes de Educación Básica” y empleo directo para 2,500 “Servidores de la Nación”, pagados por el gobierno, pero al servicio del partido en el poder.
El régimen de López Obrador, desde el inicio de su gobierno, realizó una restructuración de la administración pública. Mantuvo un organigrama de 19 Secretarías de Estado, cantidad similar a administraciones pasadas, pero con muchas funciones nuevas, supuestamente para “taparle el ojo al macho”, en el sentido de que gobernaría con la misma estructura orgánica de administraciones pasadas, pero con un manejo unipersonal del Presupuesto General del País. Sólo cambió de nombre la Procuraduría General de la República; ahora se llama Fiscalía General de la República, y lo que fue SEDESOL, se convirtió en Secretaría del Bienestar.
Hay que señalar que la mayor parte de las Secretarías de Estado, cumplen en la presente administración –en apariencia solamente—con las mismas funciones que se venían aplicando en sexenios anteriores, aunque hay que resaltar que las Secretarías de Agricultura y Desarrollo Rural, la de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, entre otras, modificaron su forma de ofrecer servicios institucionales a los segmentos sociales de mexicanos que requieren de sus servicios.
Por ejemplo, para la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, SADER, las organizaciones de productores de los sectores social y privado, “desaparecieron como por arte de magia”. Se sabe que algunas existen en “petit comité”, sin saber a ciencia cierta si reciben servicios o recursos del gobierno.
En la misma dependencia, la estructura orgánica sólo existe de membrete. Nadie sabe qué pasó con las áreas administrativas que atendían, en tiempos pasados, las tareas de sanidad agropecuaria, la investigación científica ganadera, agrícola, pesquera y forestal. La estructura orgánica de esta dependencia, la destruyeron. La organización de productores desapareció. Nadie sabe qué pasó, un tornado de casi seis años o algo parecido. Simplemente las delegaciones de Agricultura “brillan por su ausencia”, y los servicios a campesinos, sepa…
Ah, sí, perdón. Muy al principio del gobierno, se formó la empresa SEGALMEX (Seguridad Alimentaria Mexicana, integrada al sector de la Secretaría de Agricultura), con la finalidad de cubrir las acciones y funciones que había dejado la antigua Conasupo (compra, acopio y comercialización de granos básicos y de muchas otras mercancías). El presidente López Obrador, antiguo conocido de un ex director de Conasupo y desempleado al momento de su reencuentro, Ignacio Ovalle Fernández, le ofreció el puesto de director general de SEGALMEX.
Como aparentemente no había muchos recursos para la nueva empresa, Ovalle Fernández (acostumbrado a manejar grandes cantidades) interpretó que “podía meter mano” a los recursos oficiales que se manejaban en la nueva empresa, como lo había hecho en la desaparecida Conasupo, pero “se pasó de tueste”. Al cabo de tres años en funciones, no pudo comprobar un gasto de 15 mil 300 millones de pesos. Hasta ahora no se sabe si ese dineral “se lo quedó Ovalle y sus amigos”, o fue a parar al fondo común de las obras faraónicas. “Ahí está el detalle”, decía el afamado y muy estimado “Cantinflas”.
En seguimiento al tema de la debacle agrícola, diremos que, si bien se sabe que millones de mexicanos sufren por hambre, hay desnutrición en el presente, de manera que, en el futuro próximo, de no llover ya en estos días, no habrá cosechas en el sector rural mexicano de los principales granos: maíz, frijol, arroz y trigo, y algunos otros alimentos. Este problema se puede agravar, hasta llegar, sin exageraciones, a la hambruna.
Entre los alimentos adicionales, destacan las oleaginosas, el aceite comestible, carne de aves, cerdo y reses, simplemente porque no hay agua casi ni para beber. Bueno, sí, hay poca, pero la venden embotellada; es la que ofrecen las empresas transnacionales Pepsi Cola y Coca Cola, provenientes del norte, y otra que tiene origen francés, Bonafont, que se cotizan entre 50 y 60 pesos el garrafón de veinte litros. Puede que esa agua que comercializan empresas extranjeras, sea de importación, por eso se vende tan cara. “Sabrá Dios”.
En la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) nada menos que desapareció el actual gobierno a la Financiera para el Desarrollo Agropecuario, sin que la opinión pública –y menos los productores del campo—sepan qué hacer cuando necesiten un crédito… “aunque sea de avío”. No hay bancos, más que los de Bienestar, y esos no prestan para sembrar… si es que llueve pronto. Solamente nos recuerda aquella melodía: “a qué le tiras cuando sueñas mexicano” (parafraseando al inolvidable Chava Flores).
Algo más de la Secretaría de Hacienda: el Presupuesto de Egresos de la Federación que presentó al Congreso de la Unión para este año, 2024, por un total de 9 billones de pesos y algo más, significa un déficit de 2 billones, sí, DOS BILLONES de pesos, que sólo podrían obtenerse vía deuda externa. Es lo que procede.
Otra Secretaría que experimentó cambios que nadie repara, es la de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), a cargo de un arquitecto de nombre Román Meyer Falcón, hijo de un íntimo amigo del Presidente López Obrador, Lorenzo Meyer, quien vive de escritor, comentarista de un programa de televisión y conductor de una ceremonia para ensalzar apoyo político a la candidata Claudia Sheinbaum, a nombre de la intelectualidad mexicana.
Sólo para “información de los jóvenes” –como suele decir “ya saben quién”— miles, posiblemente millones de campesinos de muchos Estados de la República, han sido despojados de sus tierras en esta administración. Nada menos, hacemos referencia de la construcción de la Refinería de “Dos Bocas”, en Tabasco, mediante la expropiación de grandes extensiones ejidales; también del famoso fracaso de la obra del “Tren Maya”, a lo largo de más de 1,500 kilómetros en el entorno de la Península de Yucatán, considerada desde ahora como la catástrofe ecológica más grande del mundo.
A los dueños de las tierras ejidales de estas obras monstruosas, con el contubernio de Meyer Falcón, quien trabajó “debajo del agua” para justificar las expropiaciones, les “dieron tortillas duras”, mientras que el gran beneficiario en muchas de estas transacciones, inversiones y empleo que debió ser para beneficio de los campesinos, fue para el Ejército, a cuyos soldados este gobierno convirtió en “albañiles”, digamos para la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles, lo mismo que para las otras dos obras faraónicas, el “Tren Maya” y la Refinería “Dos Bocas”.
(Próximamente trataremos los casos y fracasos de otras Secretarías de Estado, como las de Salud, Seguridad, Gobernación, Relaciones Exteriores y varias más).