Buenos Aires, (IICA).-
Los suelos agrícolas manejados de manera eficiente son un sumidero de carbono que puede potenciar el rol de la agricultura como parte de la solución al cambio climático, de acuerdo con experiencias y lecciones que discutieron expertos, productores y representantes del sector privado en Buenos Aires, durante el congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra y Directa (AAPRESID).
El evento, realizado en el predio de La Rural de la capital argentina, atrajo a unos 7500 asistentes y tuvo más de 100 conferencias durante tres días.
La cosecha de carbono en la agenda de la agricultura sostenible fue uno de los temas centrales de la sección especial del congreso que AAPRESID diseñó junto al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), acerca de las perspectivas y las oportunidades para el productor que ofrecen los sistemas agroalimentarios de las Américas.
En ese sentido, uno de los consensos fue que la ciencia y la innovación son los caminos por los que la agricultura puede aumentar la absorción de carbono en los suelos, acción que contribuye con la mitigación del cambio climático y que ningún otro sector productivo puede realizar.
AAPRESID es una red de productores argentinos comprometidos con la sostenibilidad de la agricultura, que es referencia regional e internacional en innovación y tiene una alianza estratégica con el IICA.
Su congreso anual, que se realizó por primera vez en Buenos Aires, reunió referentes del agro para discutir los escenarios de innovación, con el foco en la ciencia y la tecnología, la transformación de la agricultura y la mitigación y la adaptación al cambio climático.
Necesidad de incentivos
La necesidad de que los productores agropecuarios que -gracias a sus prácticas sostenibles- absorben carbono en el suelo sean recompensados económicamente por los servicios ecosistémicos que ofrecen fue uno de los principales consensos de un panel que tuvo como figura central a Rattan Lal, considerado la máxima autoridad en ciencias del suelo.
El profesor Lal lidera desde 2020 junto al IICA el Programa Suelos Vivos en las Américas, que promueve la conservación del que es el principal recurso para la producción. El programa ya ha obtenido resultados en distintos países de la región.
Durante su exposición, Lal contó que el proyecto está extendiéndose a África. “Por su experiencia en las Américas, el IICA tiene un importante rol para jugar en la restauración de los suelos en África, lo que es vital para la seguridad alimentaria global”, afirmó.
El científico, Premio Mundial de la Alimentación en 2020, explicó que, esencialmente, toda la vida en el planeta depende de la salud de los suelos, que son un patrimonio de la humanidad. “Nadie, simplemente porque tiene un título, que es un pedazo de papel, debe pensar que el suelo es de su exclusiva propiedad”, afirmó.
“Debemos cosechar carbono en los suelos –agregó-, a través de la agricultura regenerativa, que es un concepto amplio que incluye agricultura de precisión, inteligencia artificial, siembra directa, cultivos de cobertura y biofortificación de cosechas para combatir el hambre. Los desafíos son la erosión del suelo, la eutrofización y la emisión de gases de efecto invernadero. Tenemos que hacer a la agricultura parte de la solución”.
Lal dijo que el sector agropecuario debe fijarse objetivos claros que son realizables, como reducir el área cultivada a la mitad, disminuir el uso de fertilizantes y llevar al doble los rendimientos de la producción de granos para finales de este siglo. Así, cada vez la actividad absorberá más carbono en el suelo.
El valor del IICA
Marcelo Torres exaltó la actuación del IICA en las Américas conectando al sistema científico con el productor. “Tenemos una relación cada vez más cercana y profunda con el Instituto”, destacó.
Torres explicó que los productores argentinos se volcaron a la siembra directa porque tenían problemas con la erosión del suelo, con los rendimientos y con las malezas resistentes.
“Así encontramos modelos climáticamente inteligentes. El productor lo hace porque se beneficia, pero para que estas prácticas comiencen a tomar escala hacen falta incentivos. El productor debe sentir que ser más sostenible no solo llena su conciencia ambiental, lo que no es poco, sino que también le da rentabilidad”, dijo.
A su turno, Juan Farinati dio detalles y números del programa Pro Carbono, que la compañía Bayer viene trabajando desde hace 3 años, con 160 productores en la Argentina. “Obtuvimos incrementos del 9% en 6 o 7 años de ensayo con la agricultura regenerativa. También logramos una reducción del uso de insumos del 15% y bajamos las emisiones de gases de efecto invernadero en un 51%. Tenemos la información y el conocimiento que prueban que la agricultura regenerativa y la productividad pueden ir de la mano”, explicó.
Giraudo rescató el trabajo del IICA como aglutinador de los institutos públicos de investigación en el continente y señaló que hoy, para la agricultura, producir más con menos es una exigencia obligatoria, que incluye una menor huella ambiental, el uso de energías renovables, el diseño de sistemas resilientes y el cuidado de la biodiversidad.
“Parece imposible –dijo- abordar esa tarea. Pero puede hacerse a través de la investigación, la ciencia y la elaboración de indicadores en forma permanente. Los institutos públicos de investigación agropecuaria tenemos un rol fundamental en esta estrategia, pero no debemos trabajar de manera aislada, sino como un equipo colaborativo”.
“El desafío –concluyó- es no pensar en extender la frontera agropecuaria y sí en multiplicar la productividad a partir de herramientas como la biotecnología y la edición génica. Ese objetivo es alcanzable con ciencia, tecnología y articulación pública-privada”.
Las conclusiones del encuentro estuvieron a cargo de Francisco Mello, quien señaló que el suelo agrícola saludable que es un sumidero de carbono permite mantener la vida en el planeta.
En cuanto al trabajo colectivo que está realizándose en el continente, Mello se refirió a la importancia del Programa Suelos Vivos en las Américas como puente entre sectores público y privado. También habló de la tarea de vanguardia que está llevando adelante la Empresa Brasileña de Investigación Agrícola (EMBRAPA), que creó una calculadora de carbono, herramienta para medir el impacto ambiental de la producción de soja.
«Es mucho lo que está haciéndose en la región -reseñó Mello-, sin olvidar por supuesto a la siembra directa, que presenta impactos positivos para la absorción de carbono. Cuando miramos todo el continente, vemos que hay un gran potencial para que la agricultura absorba más carbono en el suelo y tenga un balance climáticamente positivo».