Por Julia RIOS y Blanca MORE | AFP.-
Sin ninguna señal de distanciamiento social, cientos de nicaragüenses se reunieron este viernes en la sureña ciudad de Masatepe para arrastrar a los «Judas», una tradición de Semana Santa promovida por el gobierno pese a que la Iglesia suspendió todas las festividades para frenar la propagación del coronavirus.
«Esta pandemia es peligrosa, pero nosotros lo estamos haciendo por tradición, aunque la Iglesia decida no sacar la vía sacra», dijo a la AFP Pedro Moraga durante la fiesta callejera, conocida como la «Judea de Masatepe», al sur de Managua.
Otros, como Elián Velázquez, expresaron que a pesar de las directrices de la Iglesia por la pandemia salieron a la calle «para que no se pierda» la tradición.
Cada Viernes Santo, cuando se conmemora la crucifixión de Cristo, cientos de nicaragüenses disfrazados con coloridos trajes, atrapan y arrastran con cadenas por Masatepe a los «Judas», inspirados en Judas Iscariote, quien vendió por unas pocas monedas a Jesús.
Cerca de Elián, grupos de feligreses vestidos de blanco atraparon y encadenaron de pies y manos a un «Judas» y lo arrastraron hasta el atrio de la iglesia, donde lo lanzaron por los aires como escarmiento.
En otro punto de la ciudad, un hombre vestido de Jesús cargaba una enorme cruz rodeado de sus verdugos, recreando la muerte de Jesucristo.
La algarabía fue observada de lejos por varios pobladores que optaron por quedarse en sus casas por temor a contagiarse con el virus, y por la desconfianza hacia las cifras oficiales que indican de solo hay ocho casos de COVID-19 en Nicaragua.
El padre Edwin Román de la iglesia San Miguel de Masaya dijo a AFP que el gobierno promueve estas actividades para «dar a conocer como que hay una normalidad» en el país.
«Fe imprudente»
La procesión es parte de las numerosas actividades religiosas y recreativas que las autoridades nicaragüenses alentaron en la Semana Santa católica, en contraposición con las medidas de aislamiento social que recomendó la Organización Mundial de la Salud (OMS) para frenar la pandemia, que ha dejado más de 100.000 muertos en el mundo.
«Nos preocupa la falta de distanciamiento social, la convocatoria de reuniones masivas. Nos preocupan los exámenes, la trazabilidad de los contactos y la notificación de casos», declaró el pasado martes la directora de Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne.
Pero la vicepresidenta y primera dama, Rosario Murillo, aseguró en su acostumbrada intervención diaria que Nicaragua «vive en tranquilidad» y celebra «el sacrificio de Jesucristo que luchó por la justicia».
Mientras la región y gran parte del mundo vive desde hace semanas confinado, con escuelas y comercios cerrados, las autoridades de Nicaragua fomentaron a lo largo de las últimas semanas certámenes de bellezas, concursos de gastronomía, conciertos de música, ferias, procesiones y visitas a los balnearios.
«Una auténtica piedad popular no debe ignorar el sentido común, la prudencia y el uso de la razón», advirtió el arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, al anunciar recientemente el cierre de templos. «No debemos exponernos al contagio y desafiar la pandemia, con una fe imprudente e irracional».
La omisión del gobierno a ese llamado puso en evidencia el conflicto que la administración del presidente Daniel Ortega mantiene con la Iglesia católica desde el estallido de las protestas antigubernamentales de 2018.
Ortega ha acusado a los obispos católicos de «golpistas» por haber dado refugio a manifestantes heridos durante las protestas, que dejaron al menos 328 muertos por la represión estatal, según grupos humanitarios.
«Ellos [el gobierno] manejan el discurso religioso no por respeto al pueblo, sino para utilizar esta fibra de su corazón con el fin de afianzarse en el poder», dijo el secretario de la Conferencia Episcopal (CEN), Abelardo Mata a la AFP.
Pero el «verdadero creyente sabe de estas astucias políticas y no aprueban estos abusos del poder», añadió Mata, un crítico del gobierno.
Pese a la propaganda oficial, miles de nicaragüenses optaron por quedarse en sus casas.En tanto, Ortega lleva cerca de un mes sin aparecer en público.»Ortega ha quedado paralizado, refugiándose en su casa por su ineptitud y desprecio por la vida de la gente al fomentar las grandes aglomeraciones», reprochó el analista Oscar Vargas en Twitter.