Por GABRIELA SELSER | MANAGUA | AP.-
En un mundo desprovisto de deportes en medio de la batalla contra el nuevo coronavirus, Nicaragua ocupó el sábado por la noche el centro del escenario: Managua realizó una cartelera de boxeo, desafiando la pandemia y las críticas de quienes califican como un acto “temerario” la realización de esta velada en el país centroamericano.
Pero pese a que la promotora del evento ofreció entradas gratis, el gimnasio Alexis Argüello lució con poco público, ocupándose apenas entre un 10 y 15% sus asientos, según estimaciones de los periodistas asistentes. La capacidad del gimnasio es de 8.000 personas.
Los organizadores no informaron de inmediato el número de asistentes. Los comentaristas de la televisión oficial proclamaban con orgullo que esta es “la única cartelera en vivo a nivel mundial”.
El ex bicampeón mundial de los pesos mínimo y minimosca Rosendo Álvarez organizó la inusual velada en la que se midieron 16 púgiles nicaragüenses y que fue transmitida por el estatal Canal 6 de Nicaragua y por la cadena estadounidense ESPN Latinoamérica a través de su programa ESPN KnockOut.
A diferencia de la mayoría de los países, el gobierno del presidente Daniel Ortega no ha implementado medidas de distanciamiento social para frenar la propagación del virus y es de las pocas naciones en el mundo donde la actividad deportiva con público en las tribunas no se ha detenido, incluido el béisbol y el fútbol.
En una entrevista previa con The Associated Press, Álvarez destacó que “este es el único gimnasio del mundo que está abierto y con actividad este sábado”. Aseguró que no le parece mal realizar la velada “porque aquí no hay coronavirus”.
“Aquí no tenemos coronavirus ni hay cuarentena, los tres muertos (reportados hasta ahora por el Ministerio de Salud) vinieron de afuera y en el país nadie se ha contaminado” por COVID-19, adujo el excampeón, que colgó los guantes en 2006.
Conocido como “el Búfalo”, Álvarez explicó que organizó la cartelera porque “Nicaragua es un país pobre y los boxeadores tienen que comer, no pueden quedarse encerrados en su casa”.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) cuestionó recientemente al gobierno nicaragüense por desatender los protocolos básicos frente a la pandemia.
Ortega es el único mandatario de Centroamérica que no ha tomado medidas extremas para controlar el COVID-19 y durante 34 días no fue visto en público para orientar a la población sobre la enfermedad. Esta semana, ordenó el regreso a clases de 1,8 millones de alumnos y el reinicio de labores de 170.000 burócratas tras 15 días de vacaciones.
En días pasados, el gobernante sandinista admitió que el coronavirus “avanza lentamente” en Nicaragua, pero dijo que nadie puede dejar de trabajar porque “el país se muere”.
Durante todo abril, el Instituto de Turismo promovió al menos 81 actividades masivas en el país, como carnavales, desfiles, viajes a la playa y procesiones religiosas que habían sido suspendidas por la Iglesia católica.
Los médicos afirman que ello supone un enorme riesgo de exposición de personas al contagio de un virus letal.
“Las fiestas populares, los entierros masivos, las marchas y demás actividades aumentan el riesgo de múltiples brotes simultáneos en todo el país”, dijo a la AP el epidemiólogo Álvaro Ramírez. “Todavía no entiendo a qué está apostando el gobierno”.
Según el especialista, el gobierno intenta “cambiar los diagnósticos y ocultar los datos” sobre la epidemia, presentando varios casos de COVID-19 como neumonía. Sin embargo, “el crecimiento exponencial esperado para en estos días con el inicio de la época lluviosa dirá quien ha tenido la razón”, afirmó.
El Ministerio de Salud sólo reporta tres muertos y 12 casos positivos del nuevo coronavirus, que en el resto de Centroamérica se ha cobrado la vida de 492 personas y ha afectado a 12.838, según datos divulgados el sábado por el Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
Las cifras oficiales de Nicaragua suponen un índice de mortalidad por coronavirus del 27%, de acuerdo con los especialistas.
Álvarez, el otrora monarca en los tinglados, dijo que su empresa estaba acatando los protocolos del Ministerio de Salud y de la OPS. Aseguró que los asientos fueron colocados a dos metros de distancia del cuadrilátero y en las gradas.
El sábado al ingresar el público al local, un grupo de médicos tomó la temperatura a los asistentes y les entregó barbijos con la advertencia de que era obligatorio portarlos. En la parte posterior de las gradas fue instalada una barra donde se vendía a los aficionados cerveza y ron.
El exmonarca señaló en la entrevista que los boxeadores cumplieron “un riguroso chequeo médico” antes de cada pelea, aunque no les han hecho la prueba del coronavirus porque “ninguno tiene síntomas ni se ha enfermado en los entrenamientos”.
El viernes, después del pesaje, los boxeadores se presentaron con tapabocas a la sesión de fotos, donde rehusaron acercar sus rostros y juntar sus torsos, pese a la insistencia de los reporteros oficialistas.