Por Elvis Gómez Mena / Editor de opinión | cawtv.net.-
Jorge Mario Bergoglio fue ungido como el primer Papa nacido en América Latina (Buenos Aires, 1936) el 13 de marzo de 2013 y el 266 de esa institución milenaria, cautelosa y extraordinariamente influyente, que es la Iglesia Católica en el mundo. También el primer jesuita, la más numerosa orden religiosa católica. Durante buena parte de estos 10 años, el sacerdote venezolano Arturo Sosa ha estado a su lado, en su carácter de prepósito general de la Compañía de Jesús.
Bergoglio, que adoptó el nombre de Francisco, sustituyó a Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) que no pudo completar «por falta de fuerzas» su papado por las prácticas corruptas a todo nivel practicadas por obispos y cardenales que jerárquicamente tenían autoridad y poder de decisión en el Vaticano. La Iglesia que se define «santa, católica y apostólica» y prepara las almas de sus más de mil millones de fieles para el encuentro con Dios, es uno de los grandes poderes terrenales. Una voz muy fuerte, que ha vivido períodos oscuros y también ha sido centro de debates fecundos sobre el destino de la humanidad y sobre su propio papel y mensaje en un mundo cada vez más acelerado y cambiante.
En la ocasión de este décimo aniversario, Francisco acaba de conceder una extensa entrevista al portal argentino Infobae, una primicia mundial -Sobre Venezuela, una breve mención cuando fue preguntado si veía alguna luz de esperanza en que pueda modificarse el régimen: «Pienso que sí porque son las circunstancias históricas las que van a obligar a cambiar el modo de diálogo que tienen. Pienso que sí. O sea, nunca cierro la puerta a posibles soluciones. Al contrario, las fomento». Se extendió más sobre Vladimir Putin. Más duro también: Putin le parece un hombre con un complejo de superioridad ilimitado, su manera de pensar y gobernar. Es una persona peligrosa.
Algún Papa gusta más que otro, como es natural. Alguno deja su impronta por décadas o siglos. Juan XXIII, el “Papa bueno”, a principios de la década de los sesenta acercó la Iglesia a los más necesitados. Juan Pablo II –quizás el más mediático de los sucesores de Pedro– gobernó con firmeza el Vaticano y recorrió el mundo de un lado a otro promoviendo la libertad y alumbró el fin de la Guerra Fría. ¿Cuál será la de este Papa salido del “fin del mundo”?
A Francisco se le exige más, o con premura, desde esta doliente parte a la que pertenece. Un artículo del diario catalán La Vanguardia no se anda con remilgos a la hora de titular: «El Papa que ha cambiado la Iglesia». En sus formas, ya conocidas y visibles en esa cita con Infobae, se ve a un cura cercano, sin pompa, con las expresiones y entonaciones de ese Buenos Aires que extraña callejear. Luce a tono con los tiempos: eso sí, no usa celular, no está en el mundo de las redes y escribe a mano.
Su mirada, dice La Vanguardia, se ha dirigido a acercar la Iglesia a los pobres y acabar con la corrupción –que como sabemos no se detiene en santidades–. Crítico del capitalismo (aboga por la economía social de mercado) y con liderazgo en asuntos como la migración, la ecología y la condena de las guerras, ha sido valiente en abordar temas espinosos para la curia romana –la aceptación de los divorciados, la solidaridad y abrazo con la comunidad LBGT y el de los abusos sexuales de sacerdotes– con avances, sin embargo, desiguales.
Quizás hay que creer con él que “Dios hasta último momento espera y ayuda”. Que así sea.