Por: Elvis Gómez Mena | Editor de Opinión | cawtv.net | Managua.-
Veamos lo que es la envidia. Consiste en tener una gran tristeza ante el bien del prójimo. Así como la caridad se alegra del bien de los demás, la envidia en cambio se siente incómoda, indispuesta, rabiosa cuando alguien está bien o consigue algo apetecible para el envidioso.
Es un pecado capital contra la caridad que termina en odio y rompe muchas relaciones interpersonales y suele darse entre personas de una misma condición social, intelectual, laboral, etc. La envidia tiene cuatro hijas que son la murmuración, la calumnia, el gozo ante lo malo que le suceda a la víctima y la aflicción cuando se da lo próspero en el envidiado.
El envidioso siente desprecio de los éxitos ajenos y lo complementa denigrando y rebajando los méritos del envidiado ante los ojos propios y ajenos. Por eso le atribuye debilidades, faltas y aún pecados y si descubre un fallo grave en el otro, se encargará de propagarlo y aumentarlo. Nace la envidia de la soberbia, de aquellos que desean un honor desordenado, alabanzas, reconocimientos y desean tener las cosas que otros tienen y cómo no las poseen, enlodan la fama del envidiado a como dé lugar. Este tipo de conducta es común en: políticos crueles – jefes de carteles de drogas – sindicalistas – empresarios y fanáticos religiosos que celebran la desgracia de un pueblo y aplauden la maldad del perverso que son a fin a sus acciones brutales.
Cuando alguien destaca en cualquier campo de la vida, son normalmente los colegas, los cercanos, los que buscarán la manera de manchar y hasta borrar los méritos, desacreditando a la persona sin importar los medios que utilicen. No soportan que alguien surja, porque eso les hace ver la mediocridad en que han vivido y por eso intentarán «tapar el sol con un dedo».
Los maestros de la ley, los líderes espirituales contemporáneos de Jesús lo acusaron de mentiroso, embaucador, blasfemo, loco y de jefe de los demonios. De Él decían que era drogadicto y borracho, amigo de publicanos y pecadores. Así denigraban al Santo, al Misericordioso, al Hijo de Dios. Es que Jesús con su forma de ser les hacía ver la cantidad de fallos, errores y pecados que cometían los que detentaban el poder religioso y político de su tiempo. Entre los muchos motivos por los que se asesina a Jesús, está la envidia de los líderes políticos ante la capacidad de convocatoria, el respeto que generaba, el poder de su palabra y de sus milagros, que tenía nuestro Salvador.