Por Edgard Macías Gómez.-
Carlos Mántica acaba de fallecer luego de una fructífera vida en la que no solo nos deja el ejemplo de una jornada plena como católico, sino una obra investigativa del habla nicaragüense y del Güegüense, el popular personaje del cual todo el mundo habla pero muy pocos conocen a fondo.
Como católico Carlos vivió una vida conformada por los principios cristianos e impulsando una iglesia más dinámica con la organización de grupos que le dieron una mayor actividad y compromiso. En estos tiempos de confusión en donde los avances científicos y el hedonismo, llevan a muchos a perder todo vestigio de espiritualidad y convertirse en vulgares críticos de aquellos que son creyentes, Carlos fue un ejemplo de que entre ciencia y fe, no hay contradicción, pues lo que llamamos ciencia a la fecha son teorías humanas acerca del universo y su génesis. Pese a muchas pretendidas explicaciones todo eso sigue siendo un misterio por lo cual el ser humano consciente se preocupa por lo que pueda existir más allá de la muerte de este cuerpo físico que habita nuestra alma. Carlos tuvo esa fe y confianza de que hay un Dios génesis de todo y siempre creyó que Jesucristo ha sido su más insigne hijo portador de esperanza.
En cuanto a las investigaciones que Carlos hizo sobre el habla nicaragüense publicando varios libros sobre el tema, podemos decir que él ha sido quizás el más comprometido con esta tarea realizando una jornada extraordinaria, dándole categoría científica a muchos términos que muchos dejaban al nivel del ámbito vulgar y popular. Profundizando en las raíces indígenas, españolas, árabes y latinas en general de nuestro hablar, Mántica nos ha dejado una herencia que no debemos dejar en el olvido y tenemos que continuar profundizando.
Mientras tanto, El Güegüense que hasta hace poco solo era una anécdota de una farsa teatral callejera conocida de referencia por la inmensa mayoría de los nicas, ha sido desmenuzada en su origen, desarrollo e integración, por los trabajos investigativos y literarios suyos. “El Güegüense, ese desconocido” y otras obras suyas, han arrojado más elementos sobre el verdadero ser de esta obra. Para mí, lo más sorprendente fue que nos llevó a descubrir, junto a las obras de Germán Romero, que el gobernador de que habla la obra, no es el gran gobernador español, ante el cual los indígenas temblaban y ni siquiera se atrevían a mirarlo a los ojos, sino un cacique indígena elevado a gobernador regional para atender asuntos menores que no podía atender el gran gobernador, de manera que la obra era una crítica a la complicidad de estos caciques con los dominadores españoles, que en el fondo era por supuesto una protesta, que algunos ilusos querían darle sentido de revolución, pero que termina siendo en un acomodo de los protestadores representados por el personaje principal El Güegüense y sus hijos. En realidad fue un preludio de lo que paso con la pretendida revolución sandinista que terminó siendo un acomodo con los sectores del neoliberalismo.
La música de la obra originalmente era a base de flauta, pito y tambor, pero en su desarrollo, nos informó que el trabajo de otro amigo mío, el socialcristiano Don Salvador Cardenal, en esta área, nos lo llevó a producir una música preciosa para la obra. Por supuesto a la fecha, son pocos los que han profundizado en todo esto y la inmensa mayoría de los nicas hablan de oídas sobre El Güegüense, así como lo hacen de oídas sobre nuestro genial Rubén Darío. El Güegüense fue más popular cuando para las elecciones de 1990 las encuestas arrojaban una inmensa mayoría de intención de voto a favor de Daniel Ortega, lo que resulto falso puesto que este perdió por abrumadora mayoría la elección ante doña Violeta. Entonces se dijo que había sido El Güegüense, con su hablar de doble sentido o lenguaje oculto que se prestaba a engañar a los dominadores.
La obra de Carlos en este sentido es merecedora de una mayor divulgación y reproducción, pues afecta lo más importante del nicaragüense, su hablar. En resumidas cuentas, su modelo superior es Rubén Darío, pues el hablar del poeta, es el hablar del nica sublimado y llevado a su máxima expresión. El habla rubeniana no es el habla de España ni de Chile ni de Argentina, ni de Francia, sino el habla nicaragüense llevado a sus niveles más altos de cultura.
Todo eso puede conocerse mejor ahondando, leyendo la obra de Carlos Mántica; ese sería el mejor homenaje que podríamos darle a nuestro amigo, el cual tuve el honor de conocer a través de sus relaciones con nosotros los miembros del INPRHU encabezados por otro gran amigo nuestro, el licenciado Reinaldo Antonio Téfel.
Nuestro pésame a la familia de Carlos. Descanse él en la paz del Señor.