Campesinos se unen al equipo opositor en la negociación con el Gobierno en Nicaragua

Tomado de agencia EFE.-

El Movimiento Campesino de Nicaragua se sumó este sábado al equipo de la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que mantiene negociaciones con el Gobierno para encontrar una salida a la crisis sociopolítica que afecta al país centroamericano.

El Movimiento Campesino estará presente en las negociaciones por intermedio de dos representantes que fueron acreditados esta tarde, informó la Alianza.

Los representantes de los campesinos son Francisco Javier Carmona Martínez y Erickson Abraham Gutiérrez Juárez, ambos integrantes del Consejo Nacional para la Defensa de la Tierra, Lago y Soberanía, cuyos líderes naturales son Francisca Ramírez y Medardo Mairena, ella en el exilio y él arrestado tras participar en protestas contra el presidente Daniel Ortega.

También se unieron como integrantes del equipo de apoyo en las negociaciones por parte de la Alianza los campesinos Norma Elena Lugo Rivas y Denis Alberto Zuniga Montano.

Los campesinos se unen a un grupo negociador encabezado por los presidentes de las dos principales patronales de Nicaragua, José Adán Aguerri y Mario Arana, y el director ejecutivo de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), Juan Sebastián Chamorro.

También por el político opositor y exvicecanciller José Pallais, el académico y antiguo embajador en Estados Unidos Carlos Tünnermann, y el líder estudiantil Max Jérez.

Las negociaciones con el Gobierno se iniciaron el pasado miércoles y no han mostrado avances sustanciales desde entonces, cuando aprobaron 9 de 12 puntos discutidos, todos de forma y ninguno de fondo, según ha informado la Alianza.

Dichas negociaciones serán retomadas el próximo lunes, según las partes.

La crisis sociopolítica que vive Nicaragua desde abril de 2018 ha dejado entre 325 y 561 muertos, de 340 a 777 detenidos, cientos de desaparecidos, miles de heridos y decenas de miles en el exilio, según organismos humanitarios.

El presidente Daniel Ortega reconoce 199 muertos y 340 detenidos, a los que llama «terroristas», «golpistas» o «delincuentes comunes».

Ortega, que lleva doce años seguidos en el poder, no acepta la responsabilidad de la crisis ni tampoco las acusaciones generalizadas sobre graves abusos de las autoridades contra los manifestantes antigubernamentales, y denuncia ser víctima de un intento de «golpe de Estado fallido».

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha dicho que el Gobierno de Nicaragua ha cometido crímenes «de lesa humanidad», mientras que la aplicación de la Carta Democrática Interamericana está en proceso en la Organización de Estados Americanos (OEA).

Managua, 2 mar (EFE).- Las negociaciones entre el Gobierno de Nicaragua y la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia podrían ser la prueba definitiva para saber si el presiente Daniel Ortega está dispuesto a sacar al país de su peor crisis, en medio de múltiples señalamientos que lo responsabilizan de la misma.

Las negociaciones que sustituyeron al diálogo nacional abandonado por Ortega en julio pasado se iniciaron el miércoles en busca de una solución a la crisis, pero luego de tres sesiones de ocho horas cada una las partes continúan sin ponerse de acuerdo en los temas de fondo.

Mientras la Alianza quiere discutir la libertad de los manifestantes presos, el restablecimiento de las libertades públicas, reformas electorales para el retorno de la democracia y justicia para las víctimas, el Gobierno mantiene silencio sobre sus exigencias.

Ese silencio a lo largo de tres días que serán cinco antes de la próxima sesión de negociaciones el lunes, hace que algunos en Nicaragua duden de la voluntad política de Ortega para resolver la crisis, y que vean el cambio de régimen carcelario de un centenar de manifestantes -a quienes dio libertad condicional- como una supuesta falsa muestra de flexibilidad.

Para la líder del opositor Movimiento Renovador Sandinista (MRS), Ana Margarita Vigil, lejos de tener voluntad de solución, Ortega lo que realmente busca es más tiempo en el poder.

«Si está poniendo trabas, demuestra que realmente no tiene voluntad de cumplir», según afirma Vigil a Efe.

Por su parte el analista político y exfuncionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Edmundo Jarquín advirtió que «Ortega intentará dividir el respaldo nacional e internacional de la Alianza Cívica, y usará con ese fin su apariencia de flexibilidad».

Una división entre la oposición beneficiaría a Ortega porque debilitaría la presión interna, lo cual restaría interés a la comunidad internacional en que la crisis de Nicaragua se resuelva.

Después de 22 años como presidente, los 12 últimos de manera consecutiva, Ortega posiblemente se encuentra en su momento más incómodo desde que se convirtió en el hombre más poderoso de Nicaragua.

Por un lado, si Ortega muestra voluntad y acepta discutir los temas que le interesan a la Alianza, se expone a que los nicaragüenses vuelvan a salir a las calles en masa para exigir justicia y elecciones adelantadas.

Por otro, si el presidente mantiene su mano de hierro, se expone a las alegadas sanciones de Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA), y la Unión Europea (UE).

«Ese es el dilema que Ortega tiene, están en sus manos los presos políticos, el cese de la represión, sabe que la tiene difícil, que está cada vez más aislado, pero quiere alargar esto lo más posible», explica Vigil.

La vieja estrategia de tomar decisiones sorpresivas para ir con ventaja a unas negociaciones tampoco ayuda a Ortega.

En el mismo día del inicio de las negociaciones, si bien envió a casa a 100 reos, la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista, aprobó reformas fiscales para intentar que las negociaciones giraran alrededor de temas económicos y no sobre la crisis sociopolítica.

Adicionalmente el Ejército de Nicaragua, cuyo jefe supremo es Ortega, emitió un comunicado de apoyo a los «consensos necesarios», que fue interpretado por disidentes sandinistas como una forma de apoyo al presidente, ya que no habrá acuerdos sin su aprobación.

«Ortega usó esa última carta y no le sirvió para nada», reitera Vigil.

No es posible saber si el mandatario, un experto de las políticas internas, se está jugando sus últimas cartas, pero el retraso de las negociaciones pasa el juego a otro nivel, al de las intenciones, y mientras los nicaragüenses tienen interés en una salida pacífica, según dice Vigil, la voluntad política de Ortega es puesta a prueba y el tiempo corre.

En la imagen, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. EFE/Archivo

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