Por Jérôme RIVET y Ahmad PARHIZI | AFP.-
«Lo esencial en la vida, es tener buenas relaciones con los vecinos», afirma Mohammad Bazmandegan, un comerciante iraní que tiene grandes esperanzas en la reanudación de las relaciones diplomáticas con los países del Golfo, tras siete años de tensiones.
Este hombre, de 50 años, importa de Dubái la mayoría de los productos electrodomésticos que vende en su gran tienda de Qeshm, la isla del sur de Irán situada en el estrecho de Ormuz, el corredor marítimo estratégico del Golfo.
Reconoce que «sigue con atención» el apaciguamiento progresivo entre Irán y Arabia Saudita, pesos pesados del Medio Oriente, que volverán a abrir formalmente sus embajadas en los próximos días en Teherán y Riad.
Irán busca mejorar sus relaciones con todos los países del Golfo, entre ellos Emiratos Árabes Unidos o Baréin, con los cuales las relaciones se rompieron en 2016, tras el ataque de las misiones diplomáticas sauditas en Irán por manifestantes que denunciaban la ejecución en el reino de un religioso chiita.
Hassan Ebrahimi, otro comerciante de 52 años, espera que esta distensión entre vecinos facilitará «mejorar las relaciones con las otras partes del mundo» y conllevará el levantamiento de las sanciones económicas que imponen a Irán los países occidentales, encabezados por Estados Unidos.
Tradición de intercambios
Por su posición central, la isla de Qeshm es particularmente sensible a los vaivenes de la geopolítica. Desde hace siglos, una buena parte de los 150.000 habitantes viven de intercambios con la península arábiga, el sur de Asia y las costas orientales de África.
Hassan Rostam, de 62 años, es uno de ellos. Navega entre la costa iraní y Dubái, a menos de 200 kilómetros de distancia, «desde hace 40 años».
«Llevo todo tipo de verduras a Emiratos desde Qeshm y Bandar Abbas», el gran puerto vecino, y «de regreso, transporto frutos secos y otros productos», dice este hombre de rostro curtido, capitán de uno de los barcos tradicionales de madera omnipresentes en estos puertos del Golfo.
Las travesías entre las dos orillas se redujeron tras la ruptura diplomática de 2016, pero sin que cesaran los negocios.
Aunque «el mercado se volvió inestable», las «relaciones de confianza mutua, fruto de años de cooperación», facilitaron a los comerciantes iraníes y emiratíes continuar con sus intercambios, dice Mohammad Bazmandegan.
Como prueba, la amplia variedad de mercancías que ofrece su almacén del centro de Qeshm, donde hay ventiladores, cafeteras o lavadoras de grandes marcas internacionales de electrodomésticos, desde Philips a Toshiba, que provienen a veces de países que imponen sanciones a Irán.
Estas mercancías llegan «gracias a nuestros intermediarios emiratíes», dice el comerciante, y subraya que el «90% de los productos» que vende «vienen de Dubái».
Atraer a turistas
Como sus colegas, reconoce que muchos comerciantes de la isla lucharon en los últimos años «para evitar la quiebra». «Un comerciante murió de una crisis cardíaca provocada por los cambios diarios de precios», dice Bazmandegan.
«Además del comercio, la ruptura de las relaciones afectó nuestras vidas personales», dice Noorodin Tata, propietario de una casa de huéspedes en el centro de Qeshm.
Pues los insulares estaban afectados por las dificultades administrativas y de transporte para «traer a la familia o ir a visitarla» en los países del Golfo.
Entre los millones de extranjeros instalados en los Emiratos, a veces desde hace décadas, hay centenares de miles de iraníes.
Gracias al deshielo de las relaciones, Irán reanudará los vuelos con los países del Golfo, previendo tres enlaces semanales con Arabia Saudita, según las autoridades.
La República Islámica espera también beneficiarse con el desarrollo de las zonas francas iniciadas desde hace tres décadas para atraer inversionistas y turistas extranjeros al sur del país.
Como la pequeña isla lujosa de Kish y el puerto de Chabahar, en el océano Índico, Qeshm goza de descuentos de impuestos, libertad de exportación e importación de las mercancías.
La isla busca atraer a sus inmensos centros comerciales a los turistas iraníes en busca de productos extranjeros que no se hallan en otra parte, desde chocolates a prendas de marca.
Desde la ruptura con los países del Golfo, «los almacenes ya no ofrecen tanta variedad y son menos frecuentados», dice Noorodin Tata, quien espera, como muchos insulares, que el actual clima de distensión colocará a su isla aun desconocida en el mapa de los destinos de moda en Oriente Medio.