WTB/Agencias.
– El Papa Francisco ha tenido que hablar en los últimos meses de todo tipo de problemas. Y aunque fueran muy peliagudos, como los abusos sexuales que se producen en el seno de la iglesia que dirige, siempre ha tenido una respuesta. Pero aunque es conocido por su locuacidad, Bergoglio no pudo responder a una pregunta que le hizo una niña de 12 años en Filipinas. Gylzelle Palomar, que a pesar de su juventud ha vivido todo un infierno como ‘niña de la calle’ se presentó ante el ante el Pontífice junto a Jun Chura, otro chico que había sufrido la misma marginalidad que ella, para leer un conmovedor testimonio sobre la vida de los pequeños filipinos abandonados y que afrontan abusos, drogas y prostitución. Ambos fueron salvados de la calle por la asociación Tulay Kabataan, la ONG que gestionaba la casa de acogida que visitó el papa el pasado jueves por sorpresa.
Sus lágrimas, sus palabras y sobre todo, sus preguntas impresionaron de manera evidente a Francisco, que después de oírlas pronunció un discurso improvisado durante el encuentro con los jóvenes en la universidad de Santo Tomas de Manila, en el que trató de responder a las duras cuestiones que Gylzelle y Jun le acaban de hacer. Pero hubo una que no supo contestar. Fue esta que le hizo la niña: «Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchos víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o las prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? y ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?». Francisco, emocionado ante las palabras de los niños, dejó de lado el discurso que tenía preparado y pidió permiso a los presentes para improvisar en castellano uno completamente nuevo. “La realidad que me plantearon fue superior a lo que había preparado”, se excusó. “Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas” “Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños, que nuestra respuesta sea o el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas”, dijo Francisco. E instó a los cerca 30.000 fieles que se reunieron en el campus de la universidad a “no tener miedo de llorar”.