Jartum | EFE.-
Con centenares de personas encaramadas en el techo y colgadas de la locomotora y los vagones, un tren procedente de la ciudad sudanesa de Atbara, cuna de las protestas que han desembocado en el derrocamiento de Omar al Bashir, entró hoy triunfalmente en Jartum para embalar a los opositores que desafían al Gobierno militar.
El zumbido de la bocina a todo volumen anunció la llegada del tren que, circulando a paso muy lento, arribó por una vía elevada que transcurre paralela a la explanada que se ha convertido en el epicentro de las protestas multitudinarias en Jartum.
Un grupo de voluntarios apartaba a los cientos de personas, en su mayoría jóvenes y niños, que habían escalado el talud y se agolpaban en la misma línea férrea para recibir a los manifestantes de Atbara con vítores y ondeando banderas sudanesas.
«Zaura, zaura» (revolución, revolución) gritaban en árabe decenas de miles de manifestantes apiñados en la gran explanada situada frente al cuartel general del Ejército, lugar donde los opositores han instalado una acampada permanente desde el pasado 6 de abril para echarle un pulso a los militares que se hicieron con el poder tras derrocar a Al Bashir.
La joven Sana Abdelrahim Hamdin, una profesora procedente de Atbara, dijo a Efe que esto es solo el «principio» de las protestas porque «todavía faltan muchas demandas por cumplir».
«Primero, este régimen contra el que nos rebelamos, hasta ahora no hemos visto ningún juicio contra él. Queremos juzgarlo», aseveró la joven.
Sana, envuelta con un velo y acompañada de su madre, lamentó que muchos sudaneses se han visto obligados a emigrar del país por la pobreza.
Y expresó su confianza en que la caída de Al Bashir sirva para que sus «hermanas y hermanos pequeños encuentren su oportunidad en el país».
Atbara, una ciudad de larga tradición ferroviaria, pues alberga un importante cruce de líneas a unos 290 kilómetros al noreste de Jartum, fue precisamente una de las urbes más golpeadas por la crisis económica y se convirtió en el germen de las protestas contra Al Bashir.
El pasado 19 de diciembre, en esa ciudad a orillas del Nilo cientos de personas salieron a la calle para protestar por el encarecimiento del pan y de los combustibles como consecuencia de una serie de devaluaciones de la libra sudanesa.
Las manifestaciones se volvieron rápidamente contra Al Bashir, quien gobernaba el país desde 1989, y fueron en aumento hasta que los generales le derrocaron el pasado 11 de abril.
Desde entonces, las manifestaciones han continuado, pero en los últimos días habían decaído en intensidad, en parte debido a las presiones de los militares para que la gente abandone las calle, aunque durante las calurosas horas diurnas la explanada prácticamente se vacía de gente por la presión del sol.
Por ello, la llegada del tren fue recibida como un acicate por parte de los manifestantes de Jartum.
«El tren de Atbara, el tren de Atbara», se regocijaban los manifestantes poco antes de la llegada del ferrocarril, poco antes de anochecer, dejando de lado los discursos políticos que se producen a cada pocos pasos en la explanada frente al cuartel.
La multitudinaria manifestación de hoy fue también una respuesta a los llamamientos de los militares de los últimos días para que los opositores desmonten las barricadas, hechas de adoquines o de ramas de árboles, y liberen el tráfico del siempre congestionado centro de Jartum.
El aumento de la tensión se ha traducido también en la suspensión de las negociaciones entre los generales y los opositores acerca de la formación de un Gobierno transitorio.
Los militares desean formar un Gobierno que incluya figuras castrenses y civiles y que retenga el poder durante dos años, pero algunos sectores de la oposición rechazan esa opción y exigen un periodo transitorio de cuatro años, pero sin presencia militar.
Otro de los recién llegados de Atbara, Mosaad Mohamed Ahmed, dijo que «el primer objetivo de la revolución» es excluir del futuro Gobierno a cualquier miembro del antiguo Partido del Congreso Nacional (PCN) de Al Bashir.
«Queremos un Gobierno civil, un país democrático, ¡libertad, paz y Justicia!», concluyó entre vítores.