Ginebra | EFE.-
Más de 142.000 personas, muchas de ellas niños, fallecieron en 2018 por sarampión en el mundo, un aumento interanual del 14,5 % que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela el «fracaso colectivo» en la vacunación contra una enfermedad que estuvo en retroceso durante muchos años.
El número total de casos estimados en 2018 ascendió a 9,76 millones, un ascenso del 28,7 %, lo que confirma el fuerte resurgimiento de la enfermedad que se había detectado el año anterior.
Esta tendencia ha dado al traste con quince años de progresos sostenidos, que se reflejaron en una reducción del 70 % de los contagios y muertes.
«Hay una vacuna probada contra el sarampión desde hace 50 años y es un fracaso colectivo que estos brotes estén ocurriendo y aumenten los casos y las muertes, lo que ocurre porque la gente no está siendo debidamente vacunada», señaló al presentar los datos anuales la doctora Kate O’Brien, directora de inmunización y vacunas de la OMS.
SIN PERSPECTIVA DE MEJORA
O’Brien adelantó que 2019 terminará con un significativo aumento de casos, tras unos brotes importantes en la República Democrática del Congo (250.000 casos diagnosticados hasta el momento), Madagascar (120.000) y Ucrania (50.000).
Además, en lo que va del año, cuatro países que llevaban 12 meses sin registrar casos han sufrido rebrotes (Reino Unido, Grecia, Albania y República Checa).
Algunos rebrotes «tienen su origen en la percepción pública sobre las vacunas, en dudas sobre su seguridad», señaló la experta en referencia a movimientos antivacunas que, en su opinión, deben combatirse con claros mensajes sobre la importancia y la fiabilidad de las campañas de inmunización.
EL CASO DE SAMOA, ADVERTENCIA PARA EL MUNDO
En este sentido, O’Brien citó el ejemplo de Samoa, país donde las campañas antivacunas hicieron que hubiera un bajísimo nivel de inmunización entre los niños pequeños (en torno al 30 %), lo que facilitó la extensión de un brote con 4.000 casos que ha causado 53 muertos, en su mayoría menores de edad.
Los antivacunas utilizaron un error médico que provocó la muerte de dos niños en esa isla (las enfermeras mezclaron de forma negligente los anticuerpos con un relajante muscular caducado) para sembrar dudas en la población, lo que contribuyó al brote actual, alarmante para un país de menos de 200.000 habitantes.
ALTA INCIDENCIA EN ASIA Y ÁFRICA, BAJA EN LATINOAMÉRICA
Por regiones, Asia suroriental fue la zona más afectada en 2018 (3,8 millones de casos y 39.100 muertes), seguida de África, con 1,75 millones de casos y 52.600 muertes, según las estimaciones de la OMS elaboradas en colaboración con los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, una agencia del Departamento de Salud de ese país.
Latinoamérica, que en 2017 vivió un resurgimiento del sarampión, particularmente en Venezuela o Brasil, fue sin embargo una de las regiones con menos casos (83.500) y se espera que en 2019 el descenso continúe.
LA IMPORTANCIA DE LA SEGUNDA DOSIS
La OMS y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) recuerdan que el sarampión puede prevenirse con dos dosis de la vacuna específica durante la infancia, aunque muchos niños sólo reciben la primera.
Estas organizaciones consideran necesario que, al menos un 95 % de los niños, sean vacunados en el mundo para frenar el avance de la enfermedad, y aunque la administración de la primera dosis se acerca a ese objetivo (86 %) la segunda es de menos del 70 %.
«Debemos centrarnos en fortalecer los programas de inmunización país por país, y que las dosis sean inoculadas a edades lo más tempranas posibles», señaló O’Brien, recordando que se calcula que la vacunación ha salvado 23 millones de vidas en lo que va del presente siglo.
El sarampión puede facilitar la aparición de complicaciones mortales, tales como la neumonía o la encefalitis, especialmente en niños menores de cinco años, y causar daños cerebrales permanentes, ceguera o pérdida de la audición.
Según estudios recientes, ésta enfermedad también puede debilitar durante meses o incluso años el sistema inmunológico aunque el enfermo se recupere, siendo así más vulnerable a enfermedades potencialmente mortales como la gripe o la diarrea severa.