Por Pascale JUILLIARD | AFP.-
Un último estremecimiento y las 5 toneladas y media de metal se posan con suavidad en el río Potengi. Los días 12 y 13 de mayo de 1930, en 21 horas y un puñado de minutos, Jean Mermoz concluye la primera travesía aérea comercial del Atlántico sur, entrando en el altar de las figuras legendarias de la aeronáutica.
A bordo del hidroavión Laté 28-3, bautizado «Comte de la Vaulx», el aviador francés, acompañado por el navegante Jean Dabry y el técnico de radio Léopold Gimié, ha recorrido los 3.200 kilómetros que separan Saint-Louis du Sénégal de Natal (Brasil), con 130 kilos de correo a bordo.
Expiloto del ejército del Aire, ávido de aventura, Mermoz se sumó en 1924 a la compañía Aeropostale fundada por el empresario industrial Pierre-Georges Latécoère. Éste había establecido enlaces aéreos postales regulares entre Francia, España, Marruecos y Senegal, que soñaba con extender a América del Sur.
En 1930, Mermoz -llamado «El Arcángel» – ya había acometido varias hazañas en la Aéropostale, como los primeros vuelos nocturnos entre Rio de Janeiro y Buenos Aires, y el sobrevuelo de la peligrosa cordillera de los Andes. Pero entre África y Sudamérica el correo era transportado por barco, en cuatro días.
Para gran exasperación de los pilotos, las normas francesas proscribían entonces sobrevolar comercialmente en avión el Atlántico, por razones de seguridad. Por eso era necesario transformar el Latécoère-28 en hidroavión, dotándolo de flotadores y con motores reforzados.
Mermoz pasa su permiso de piloto de hidroavión y prueba su aparato haciéndolo despegar y amerizar varias veces en el estanque de Berre (sur de Francia).
«Horizonte negro»
Además, va a ser necesario esperar a la luna llena para intentar la travesía. «En este vuelo que debía durar un día y una noche, era indispensable que la noche fuera clara» escribiría Joseph Kessel en «Mermoz».
El 12 de mayo, una nutrida muchedumbre asiste al despegue del pesado hidroavión, pintado de color rojo intenso, desde una laguna del río Senegal, cerca de Saint-Louis.
Tras varias horas de apacible vuelo a unos 150 metros de altura sobre el océano, el hidroavión se enfrenta al caer la noche a la famosa zona negra, temible región de convergencia intertropical de los vientos alisios.
«Todo el horizonte era negro, una especie de muro gigantesco parecía cerrar nuestro camino», escribirá Mermoz. «En medio de este ciclón, una especie de tornado sin viento, hacía un calor agobiante (…) De pronto, sin que lo esperáramos, nuestra cabina estaba totalmente bañada en agua. Estábamos inundados».
El piloto infiltra su «Laté» en un pasillo volando a 50 metros por encima de las olas. Y el paso del Ecuador es celebrado con «sandwich, bananas, y champán».
21 horas de viaje
El 13 por la mañana, poco más de 21 horas después de iniciado el viaje, Mermoz posa suavemente el hidroavión en el río Potengi, cerca de Natal.
El correo es transferido a otro aparato y sigue viaje a Rio de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile.
Con «banquetes, discursos, músicas, bailes y galas», los tres hombres son festejados en las capitales de Brasil, Uruguay y Argentina.
El regreso es más complicado. Entre el 8 de junio y el 9 de julio, Mermoz hace 52 intentos de despegue, contrariados todos por los vientos. Al número 53, emprende al fin vuelo.
Pero una avería de aceite a 900 kms de las costas africanas los obliga a amerizar. Un barco socorre a la tripulación, recupera el correo e intenta remolcar el hidroavión, pero el aparato se hunde.
Igual que otros «labradores del cielo», como sus amigos Antoine de Saint-Exupéry o Henri Guillaumet, Mermoz acabaría desapareciendo en el mar. El 7 de diciembre de 1936, durante su 24ª travesía del Atlántico sur, esta vez con el hidroavión «Croix du Sud», su radio emite un «¡Cortamos motor trasero derecha…!» y luego se interrumpe.
Mermoz decía: «El accidente para nosotros, sería morir en una cama».
Fuentes: biografías de Mermoz por el historiador Michel Faucheux y por Joseph Kessel, revista Icare, asociación «Mémoire de Mermoz», AFP.