Cinco años después, los tártaros de Crimea siguen resistiéndose a la anexión rusa

Un grupo de tártaros se manifestaba hace un año frente a la embajada rusa en Kiev con pancartas con los nombres de simpatizantes ucranianos desaparecidos o arrestados por autoridades rusas, en Crimea. EFE/Archivo
Moscú | EFE.-

Cinco años después de la anexión rusa de Crimea, la minoría tártara sigue resistiéndose a la ocupación, conserva su pasaporte ucraniano y piensa votar en las elecciones presidenciales ucranianas de finales de marzo.

«La mayoría de tártaros no reconocieron la anexión en 2014 y siguen sin aceptar la ocupación rusa ahora», comentó a Efe Nariman Dzhelial, representante de la minoría tártara en la península.

Dzhelial asegura que los tártaros, que representan poco más del 10 % de la población crimea, han boicoteado desde entonces todas las elecciones celebradas en la península, incluidas las presidenciales en las que fue reelegido hace un año el jefe del Kremlin, Vladímir Putin.

Las autoridades están intentando persuadir a los tártaros para que participen en las elecciones municipales de este año, pero Dzhelial está convencido de que recibirán una callada por respuesta.

Aunque no hay cifras oficiales, uno de cada diez tártaros abandonó la península hace un lustro por miedo a la represión, aunque algunos volvieron poco después, ya que «vieron que la situación era tranquila», según el activista.

«Ahora, si vienes a Crimea, todo también parece tranquilo. La gente nace, estudia, trabaja y muere, pero tras ese bienestar hay una presión psicológica muy grande y una constante represión. Nos encontramos en permanente estrés. No es una situación normal, ya que no hay libertad. Vivimos con miedo», asegura.

El líder histórico de los tártaros, Mustafá Dzhemílev, exiliado en Kiev, cree que su pueblo vive peor bajo Putin que durante la Unión Soviética.

«Desde 2014 no se ve ninguna mejora en la situación de mi pueblo y tampoco se esperan avances. Los tártaros son discriminados. Las autoridades locales se limitan a recurrir al terror y a la represión», denuncia.

Además de la prohibición por ley de la Asamblea Popular (Medzhlis), los tártaros no pueden celebrar manifestaciones para defender su derecho a la autodeterminación y sus líderes son vigilados de cerca por el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB).

Las autoridades crimeas rechazan todas las solicitudes de manifestación que presentan los tártaros, que se limitan a acciones informales como el 75 aniversario de las deportaciones estalinistas que recordarán en mayo.

Dzhelial cifra en «más de 80”los presos políticos en Crimea, de los que más de la mitad son tártaros, a lo que hay que sumar los desaparecidos, que rondan la veintena.

«Hay tártaros que abrieron negocios y les va bien. Pero la mayoría no sólo piensa en su bienestar, sino en defender sus derechos. Por cualquier frase te pueden detener e interrogar», denuncia.

La pasada semana la ONU y el Departamento de Estado de EEUU denunciaron la persecución de los tártaros, sea por activismo político, pertenencia a organizaciones musulmanas o por negarse a cumplir el servicio militar.

Con todo, los tártaros no tienen elección, aunque siempre pueden cruzar la frontera y no mirar atrás.

«Tenemos plena libertad para cruzar la frontera. No hay ley que lo prohíba. Pero nosotros recomendamos no marcharse. Los tártaros, nos guste o no, debemos vivir bajo la legislación rusa, ir al médico, recibir educación en una escuela rusa y servir en el Ejército ruso», apunta.

Dzhemílev admite que los tártaros han tenido que solicitar un pasaporte ruso ya que, de lo contrario, no tendrían acceso a la educación o sanidad gratuitas.

Al respecto, los activistas tártaros siguen defendiendo el derecho de autodeterminación, aunque Dzhelial admite que «muchos dudan» de que los tártaros puedan ejercerlo en un futuro.

«No hay nada eterno. La historia da giros muy interesantes. Crimea es un gran problema para Rusia. Si volviera a Ucrania, sería bueno para todos. Se terminaría el bloqueo internacional y Rusia podría volver a la comunidad internacional», señala Dzhelial.

Dzhemílev también se muestra «convencido» de que la península volverá a ser ucraniana y, entre otras cosas, se basa en las declaraciones de EEUU.

«Han convertido Crimea en una base militar. No hay ni industria ni comercio. Nada de nada. Nos dicen que los rusos han reconstruido un antiguo silo soviético y desplegado no lejos de Feodosia armas nucleares», asevera.

Los tártaros tienen intención de votar en las elecciones presidenciales ucranianas del 31 de marzo.

«Animamos a los tártaros a votar en Ucrania. Hay un procedimiento, aunque es engorroso. Hay que cruzar la frontera dos veces. Una para registrarse y una segunda, para votar», afirma.

El FSB suele poner pegas y retener a los tártaros «entre 20 minutos y varias horas», pero cree que, de todas formas, parte de los tártaros de Crimea acudirá a las urnas.

Dzhemílev tiene claro a quién deben votar los tártaros. «Para Poroshenko la prioridad es restablecer la integridad territorial de Ucrania. Otros quieren pactar con Putin», afirma.

«A Poroshenko lo conozco desde hace más de 20 años. No tengo motivos para dudar de su honestidad», destaca.

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